Hace apenas unos meses tengo una extraña sensación, y es que al mirar el mundo que me rodea siento lucha.
Lucha en el corazón de las personas, lucha de naturalezas, parece que en estos últimos tiempos hay algo en el hombre que quiere despertar, una especie de conciencia de lo bueno, quizás un remordimiento ante este abrumador relativismo que nos invade.
En esta encarnizada guerra, parece que los medios se han vuelto si cabe más agresivos, lanzando sus bombas de mortero, dictándonos mediante las redes, la televisión o las vallas publicitarias el cómo debemos vivir, cuanto debemos pesar, que debemos comer, a que tribu urbana debemos pertenecer y lo que debemos creer. Nos dicen que es lo que necesitamos, nos cuentan lo que debemos saber, cuando hay un terrible incidente, montan sus campañas de auto limpieza de conciencia enseguida nos cantan una nana y nos dicen, «tranquilo, no pasa nada, estamos aquí contigo, pon esta bandera en tu muro y verás cómo te sientes mejor».
Entre tanto, siento un aire de inconformismo, parece que hay algo en el corazón del ser humano que busca lo auténtico, el amor no fingido, la compasión sincera, es una voz que nos dice «esto está mal» y de repente sentimos que hay algo más que simplemente almacenar cosas, llenarse la tripa y luego salir a correr, llenarse los bolsillos y después hacer un donativo para purgar nuestro sentimiento de culpa.
Me pregunto si por fin estamos despertando a la verdad, si es posible que estemos abriendo los ojos a las mentiras que dirigen el pensamiento común de la sociedad occidental. ¿Encontraremos por fin lo verdadero?, ¿llegaremos quizás demasiado tarde?
Creo que es la hora de desandar, de soltar lastre y regresar a las sendas antiguas, a todo aquello que desechamos en pos de nuestra propia independencia, Somos como un adolescente que por fin empieza a madurar, que un día vuelve en sí y se da cuenta de que ha cambiado todo lo auténtico que tenía, por burdas imitaciones, gastó todo lo auténtico y ahora se siente vacío. Quizás sea hora de volver a casa y desprendernos de aquello que nos hizo soltar la mano de nuestro creador, aquel a quien matamos y quisimos dejar olvido tras una piedra.
Han pasado más de 2.000 años de aquello, él nos prometió regresar y parece que ese día nunca iba a llegar. Sin embargo, hoy, tal y como se nos dijo, miramos la higuera y al ver sus ramas nos damos cuenta de que el verano se acerca. Llega la hora de rendir cuentas y el corazón del hombre lo sabe ¿quién nos librará del Juicio venidero?, ¿los publicistas?, ¿los políticos?, ¿la nueva era?, ¿las energías zen? ¿a quién iremos? yo solo sé de uno que pueda reparar la brecha que nos separa del padre. Aquel que tomó aquella vieja cruz y con ella reparó el puente y quito los peajes, reparó la relación que habíamos roto y de nuevo abrió el camino al Padre, se llama Jesucristo.
¿Por qué me despiertas, es hora de regresar? si, ya es la hora, el que tenga oídos para oír oiga…